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Relatos de Qíahn: Qíahn Tactics (XIII)

Relatos de Qíahn: Qíahn Tactics (XIII)

Capítulo III, entrega 13

Si frecuentas una zona de conflicto, asumes de inmediato que puede ocurrir lo peor en el momento menos esperado y esta lección no te abandona. Por el contrario, en el corazón de una ciudad araña la seguridad del ciudadano no se cuestiona. Es humano sentir pánico ante una emergencia, pero aceptarlo y superarlo se hace, por imprevisto, menos llevadero en el seno de la ínsula.

Cuando el minero salió dando zancadas de La Caverna, dejó a los contertulios perturbados, expectantes. Entonces intervino un espontáneo rapsoda. Sudado, de voz trémula y frente brillante, tomó el escenario y aprovechó el desconcierto. Hecho un manojo de nervios, declamó una lírica filosófica de andar por canales:

 ¿Cuál es el alcance de nuestra vida?

Quien nos puso aquí, ¿por qué lo hizo?

¿Somos accidentes?, ¿cambios del Cambio?

 

¿Qué hay de mito en la materia oscura,

En el culto a dioses mesiánicos, antiguos?,

¿Qué hay que temer del libre albedrío?

 

Si desaparezco, ¿permanece esta realidad

O mi ausencia deviene el tránsito transitivo

Que, a cada cual, conduce a un desvarío?

 

¿Por qué ese temor al vacío, entonces?

Más allá de la nada, diáfanos heraldos

Tratando y trotando entre nubes…

… ¡Oa, oa! Interrupción espontánea porque se ha abierto la puerta cancela de La Caverna. ¡Oé, oé! El rapsoda se retira al ver entrar al minero. Los contertulios le reciben con sinceros vítores y aplausos y, entre el desconcierto, un mentalista de cejas pobladas pretende incluso echarse un cantecito y, al comprobar que no es posible, prefiere dejarlo estar.

Sin anunciarse, desde un ángulo del escenario, tres lalalás melenudos afinan sus instrumentos con maestría: bandurria, dulzaina y la típica percusión de cajón, cortinas y castañuelas. Prueban con los primeros acordes de “Danzando al otro lado”, la popular balada soterrada, que da pie al timbre agudo de una mujer pelirroja, entrada en años y en clave de folk. A pesar del ritmo, que invita al baile, salvo en el reservado de los nanos cada cual vuelve a lo suyo.

Almah les atiende. El divago aguarda a que su minero continúe con la historia del bardo entre bardos y, por pura relación de ideas, recuerda la importancia de trovadores, escaldos, ministriles, poetas y cantaores, en la vida del planeta Tierra. De ahora y de siempre, dijo él.

 

El minero tardó menos de una sexta parte de fracción en dar solución al deterioro que sufrió la bolsa de agua congelada del freático, como supuso Almah y corroboró la arena delicada que se posaba en la fuente del reloj. Venía satisfecho, con ganas de conversar de lo que le apeteciera.

— ¿Qué tal, divago? Sé que deseas escucharme decir cosas de Tárkelor, pero primero te debo la explicación real del subhielo, el hito histórico que convirtió a nuestro davinç en máximo.

El minero ordena unas jarras de rojo y empieza a hablar.

— Davinç es un cóctel de Galileo, Tesla, Einstein, Vëllem y, claro, Leonardo. Aunque él tiene una singularidad que le hace divergente, particular: en los momentos cruciales su mente, y a veces su cuerpo, se dispersan. De una imaginación sacudida por la quimera de asumir la mecánica celeste, los globos de energía, la curvatura espaciotemporal, el viaje y las máquinas transportadoras. De un poder de decisión que brillaba por su ausencia en la comunidad que le acogía hasta que dio, por casualidad, con el hallazgo de congelar un acuífero del freático que iba a reventar un aisladero.

Almah llega con las pintas de destilado bermejo. El divago, desprevenido, se sonroja y aguarda a que el minero aparte su jarra del rostro, y siga.

— Que informarse cuesta es algo que sabemos desde los tiempos de la infoxicación y, por lo tanto, para captar la benevolencia de los representantes con voz de cada comunidad que agrega Ínsula Dos, no les sobreinformamos sobre cómo se produjo el milagro de transformar el agua en hielo. A los presentes, en privado y luego en las reuniones pertinentes, se les contó esto: el subhielo nace de los avances de la sinergia medioambiental aplicada a la geología de toda la vida para conservar y filtrar el agua, y en según qué condiciones, obtener oxígeno de las placas congeladas de la infracorteza terrestre — bebe y exagera —. ¿Cómo?, ¿en estado sólido?, ¿y cómo que congelada?, cuestionaron. Fue gracias a la actuación en el líquido elemento de un gelidor, el novedoso reinvento de Davinç, les dijimos.

— ¿Y se lo creyeron?

— El boca a boca hizo el resto. Si el ser humano ha aceptado sin traumas conceptos como ubicuidad, alta fidelidad e hiperespacio, consideramos que a nadie en su sano juicio se le ocurriría poner en duda lo del inexplicable juguete de Davinç. Y así fue.

— Y, en verdad, ¿qué hizo un davinç del montón para congelar el agua a temperaturas en las que consigue prismas de hielo e icebergs azul marino?

— Cuesta reconocerla, amigo… Lo cierto es que la verdad verdadera es muy simple.

Continuará