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Relatos de Qíahn: Qíahn Tactics (IV)

Relatos de Qíahn: Qíahn Tactics (IV)

Capítulo I, entrega 4

Una camarera se acerca y el divago no sabe qué pedir. Ella le sugiere lo típico, nada de mezclas. Un buen trago de destilado esmeralda, el destilado bermejo: depende del estado de ánimo.

Él, que la observa desde que la vio, le comenta que prefiere esperar a su cita y, al no saber qué hacer, abre al azar lo que lleva entre manos y empieza a leer despacio. Descifrando la caligrafía, marcando los acentos, deteniéndose en la puntuación.

Almah, la camarera, acude a cobrar la nota de unos comerciantes de nubes. El concentrado lector lo ignora, rastrea con lupa las cuartillas cosidas del cuaderno. Pérdidas e ingresos de un asentamiento, diseños de poleas y engranajes, ilustraciones difíciles de interpretar sobre hojas pálidas y enmohecidas y, en especial, pasajes del diario de uno de los primeros supervivientes:

No hubo tiempo para asumir[lo]. No supimos nada [entonces y, aún hoy], sabemos poquísimo de lo que vaticinaron culturas antiguas más atentas a la astrología que a la astronomía. En plena ultracivilización [del ser humano], dejamos dos mil doce… pero el clima de los polos no tardó en mostrarse variable, el eje del planeta se inclinó unos grados de más y el campo electromagnético [casi] desapareció, como quien dice, de un día para otro.

[…] la manera, sencilla y convencional, de explicar a causa de qué devino el Cambio. La otra línea de la historia tiene que ver con la magia de los dioses de Qíahn [leyenda fantástica y medieval].

— Aquí estoy, qué descanso. ¡Cuelgo el casco!

Lo deja, con tiento, en el perchero de madera pegado a la mesa y descubre su melena, las sienes plateadas.

— ¿Qué lees como si estuvieras frente a un auditorio que te escucha?

— Eh, es el cuaderno de Davinç. En él aparece el término magia — alborotado —. ¡Magia!

Silencio, se hace el silencio entre ellos. El minero levanta la voz.

— ¡Dos jarras de rojo, Almah!, — incorporándose y saludando — ¡no, sabes que verdes no!, ¡un par de encarnadas!

Cruce de miradas porque regresa la sin par camarera con la comanda de nuestros contertulios. Con su cola trenzada, el cabello azabache, sus piernas finas y dos largos brazos que balancean con desenfado una bandeja que posa encima de la mesa. Se acaricia la cara con la mano izquierda y con la derecha les sirve los destilados. El divago baja la vista al redondel de madera, recorre el contorno del círculo y, sin probar la bebida, retoma la conversación donde la había dejado. La magia.

— Estoy aprendiendo que la comunicación resulta no solo de conversar. Que depende, a medias, del diálogo. Es obvio, la lengua no puede abarcar la realidad palpable porque los signos lingüísticos conllevan intenciones comunicativas distintas a las del diccionario. No sé si me explico. Ellas, las palabras, para mí son pura magia porque van más allá y alcanzan a transmitir lo que no vemos. Mi madre decía: “Nada es nunca lo que parece y, si fuera o fuese, no serviría dos veces”.

— ¿Pero qué me estás contando?, ¿no debes tomar apuntes de mi experiencia? Creo que estás más pendiente de Almah que de mí, que deliras. ¿Me equivoco, chaval?

— Lo siento, pretendía…

— Continúa — le anima—. Me intriga el fondo de lo que estabas ilustrándome, aunque no adivino por dónde vas ni qué quieres expresar.

Continuará